Aquí una servidora continuó con sus labores de fotógrafa extraoficial de la boda, intentando captar en imágenes esos momentos vividos, cuya intensidad y belleza, por más que quiera esforzarme, nunca seré capaz de recoger en palabras. Porque hay cosas tan bellas que aún no se han inventado los adjetivos suficientes para definirlas y para entenderlas sin vivirlas directamente, y la boda de nuestros queridos Carmen y Marcos fue una de ellas. Cuando unieron sus manos y pronunciaron sus promesas de amor y fidelidad, se intercambiaron los anillos y proclamaron públicamente todo el amor y el cariño que les unía, creo que por unos instantes los que estábamos alrededor volvimos a creer en los cuentos de nuestra infancia y en los sueños, y vimos que las historias felices a veces también son reales, como el amor de Carmen y Marcos, en toda su intensidad, que reflejaron en cada uno de los momentos de la bellísima ceremonia a la que asistimos. Resulta reconfortante ver que el amor verdadero es posible, que puede ser real y tan fuerte de aniquilar todas las cuestiones mundanas, y hacerse fuerte y llenarlo todo. El amor llenó aquel mediodía los corazones de Carmen y de Marcos y los de todos los invitados y amigos que estábamos allí con ellos, igual de felices, compartiendo su felicidad. El amor llenó todos los rincones de la Catedral de Oviedo, frente a cuyo altar mayor ambos se hicieron la firme promesa de amarse y respetarse y de luchar por ese amor que les había unido y que día a día han hecho que sea mayor.
Una boda así de intensa, una boda tan emocionante, tan llena de detalles, de momentos tan maravillosos... solamente es posible desde la verdad del amor que habita los corazones de dos personas buenas, de dos grandes personas. Carmen y Marcos lo son, bellísimas personas con un corazón limpio, enorme, que hace capaz ese amor que les une y todo el cariño que se intercambiaron entre ellos aquel mediodía y que supieron transmitirnos también a los que estábamos allí, actuando de testigos más o menos silenciosos de su felicidad, y siendo también con ella nosotros felices. No había más que fijarse en los ojos de ambos, con ese brillo tintineante de emoción, radiantes, tranquilos, enamorados. Por eso las fotos son tan bonitas, tan intensas, porque así son ellos dos, Carmen y Marcos, Marcos y Carmen, un binomio que ese día se unía para siempre. Uniendo sus manos firmemente, uniendo sus corazones, uniendo sus sueños, sus esperanzas, su amor, sus vidas... Una vez más tengo la absoluta certeza de que mis palabras se quedan cortas, de que por mucho que intente escribir y explicar la intensidad y la profundidad del intercambio de promesas y de sueños que en aquel momento Carmen y Marcos se hicieron en voz alta, las palabras se quedan cortas. Espero al menos, que como una imagen vale más que mil palabras, y en este caso más que nunca, las fotos son tan intensas y maravillosas como aquellos felices momentos y como Marcos y Carmen son. Rodeados de la luz de la felicidad, de los sueños, de las esperanzas, de la propia realidad que les envolvía.
Pero si hay una foto entre las más de doscientas que tengo de aquel día que me gusta más que ninguna, es la que escogí como imagen del perfil de este blog. Seguro que técnicamente no es una buena foto en cuanto a enfoque, textura o luz, pero sí que lo es respecto a la felicidad y el sentimiento. Si la miráis con detenimiento, podréis contemplar a dos personas buenas, felices, relajadas, enamoradas, cómplices, compartiendo su felicidad en el día más importante de sus vidas, que a partir de ese momento no serán nunca más vidas separadas, sino una vida conjunta, llena de luz, de sueños, de ilusiones y de esperanzas. Muchas gracias a los dos, a Marcos y a Carmen, nuestros amigos, hermanos o familiares, dependiendo de la relación que cada uno tengamos con ellos, pero sobre todo ellos son dos buenísimos personas, con un inmenso corazón que no les cabe en el pecho, bendecidos por el amor verdadero, cariñosos, detallistas y amantes cómplices. Muchas gracias por compartir vuestra felicidad con nosotros en este boda tan bellísima que nunca olvidaremos, y sobre todo muchas gracias por recordarnos que las ilusiones y el amor no solamente pueden ser reales, sino que lo son, como vuestro inmenso amor que aquel 30 de agosto nos bendijo también a todos los que estábamos allí con vosotros.
Continuará...
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