miércoles, 24 de septiembre de 2008

LA GRAN BODA DEL AÑO


Después de las fantásticas y amplias entradas de nuestra Chusina me va a resultar difícil volver a recoger el guante con este blog. Pero se hará lo que se pueda, y aún nos quedan muchas cosas que contar de la gran boda del año. Como habéis leído hasta aquí, ya habíamos casado a los dos tortolitos, ya habíamos llegado al hotel donde habría de celebrarse la boda y ya habíamos colocado los globos a los que Carmen tanto temía. La verdad es que Carmencita se olía que algo íbamos a armar, y en la peluquería no hacía nada más que decirme: "Eva, al coche no le hagáis nada, que no es mío". Pero piensa el ladrón que todos son de su condición, no sé lo que ella habría hecho en el caso de tener que hacer un poco el trasto en la boda de una amiga, pero nosotras nos portamos muy bien, no hicimos nada raro, de hecho lo único que hicimos fue poner unos globitos en el lugar de los novios en la comida y quitarles las sillas, no creo que haya sido para tanto. Pero como del capítulo globos Chus ya os ha hablado con detenimiento, yo no aludiré a él.



El caso es que una vez llegados al restaurante y tras el cóctel de entrada, que Chus, Víctor y yo casi ni olimos porque estábamos ocupados con el capítulo globos, nos fuimos sentando cada uno en las mesas indicadas. La verdad es que yo no me puedo quejar de mesa porque estuve encantada de la vida con Laura Jo y Dani, Vane, Aless, Pilina y tres amigos de Marcos de los que podría escribirse un capítulo entero. Nos lo pasamos muy bien en toda la comida y en toda la boda, aunque también me hubiese gustado tener a otras personas en mi mesa, empezando por Chusina, pero teniendo en cuenta que organizar las mesas de la boda debe de ser un rompecabezas horrible, pobrecitos míos, Marcos y Carmen, que tuvieron que resolver tamaño rompecabezas, así que todos encantados de la vida. Estuvimos muy a gusto en la mesa, nos lo pasamos realmente bien y lo disfrutamos todo mucho. Además, a mí me dio mucha alegría ver a Laura Jo, a la que creo que o veía desde los tiempos de la facultad, y mira que ha llovido desde entonces.


¿A que nunca habéis estado en una boda en la que se empezase a comer pasadas las cinco de la tarde? (hora my taurina por cierto), ¿y que no acabáseis de comer hasta las ocho?, y ya rizando el rizo, ¿que os pusiérais de nuevo a cenar a las once? Pues sí, así sucedió, nos pasamos casi seis horas comiendo (y sin casi). Estaba todo maravillosamente, delicioso, espectacular, muy al estilo del norte, que al fin y al cabo los novios son semigallegos, asturiana y del Bierzo respectivamente, por lo que no podía ser de otra forma. Quedamos totalmente fartucos, aunque en una boda que tuviera que ver con Carmen y con su padre, uno no podía esperar menos. Esto me recuerda a la tarde en que yo conocí a Javier, el padre de Carmen, fue en Tapia en un curso de verano en el año ni me acuerdo. El caso es que Carmen venía totalmente afamiada del campamento y su padre nos invitó a ella, a mí y a otra amiga a cenar. Éramos tres chicas, hambrientas pero tres chicas; pues bueno, él nos pidió paella para seis, y como la paella tardaba un tiempo en hacerse, nos encargó una tabla de embutido que debía de ser para ocho. Sí, sí, como lo oís, o mejor dicho como lo leéis. Y él por supuesto no se quedó a cenar, pidió comida para ocho y éramos tres chicas. Y con semejante antecedente (junto a muchísimos más de los que podríamos seguir hablando) la boda fue exactamente igual. Además del cóctel de bienvenida que casi ni probamos, de primero nos pusieron bogavante (qué idea tan maravillosa, con lo que me gusta a mí el bogavante), después pescado, después solomillo Wellington (qué bueno estaba, era increíble),´con los postres y un largo etcétera, además de poder repetir las veces que quisieras. Vamos, para reventar. No le saqué fotos a los platos, a excepción del postres, que era tan mono...



En resumidas cuentas, que comimos fantásticamente bien y nos lo pasamos igual de bien. Los que no debieron probar bocado fueron los novios, que se pasaron todo el día de mesa en mesa saludando a los invitados. Aunque eso sí, nuestra mesa era la de los amigos del novio, porque Marcos vino por lo menos tres veces a vernos y Carmen al final, debía de seguir teniéndonos miedo, aunque ya soltábamos algún grito de vez en cuando para amenizar la velada: "que se besen los novios", que se besen los padrinos" y cosas por el estilo. Ay, cuánto echaba de menos tener a Chusina al lado en esos momentos...



Y luego llegó el momento de cortar la tarta, Carmen con un cuchillo (dios mío, qué peligro), gracias a dios no hubo víctimas mortales que lamentar. Era maravilloso verlos juntos, no me cansaré de repetir que Marcos y Carmen eran, y son, la viva imagen de la felicidad, y eso se reflejaba en cada uno de los fantásticos momentos que nos regalaron en su maravillosa boda, llena de detalles, de guiños a los amigos, a todos los que allí estábamos. Como decía Chus, yo tampoco había ido nunca a una boda tan larga y que se me hiciera más corta, poque fue increíble, se pasó rapidísimo y nos lo pasamos fenomenal. Carmen y Marcos estaban radiantes, disfrutando de su día, y todavía quedaban muchas más horas por delante. Tendremos que hablar del baile, de la actuación del gran Richard, de la discoteca... y de los últimos momentos de la noche, que irán a cargo de la reportera Chus. De momento os dejo hasta la próxima entrada.







Muchas gracias Carmen y Marcos, por hacernos ese maravilloso regalo con vuestra boda. No la olvidaremos nunca


Continuará...

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