domingo, 14 de septiembre de 2008

LA LLEGADA DE CARMEN AL ALTAR

Después de haber visto a Carmen y lo guapísima que estaba, nos tocaba entrar a la Catedral y esperar emocionados la llegada de la novia y el padrino. Hacía años que no entraba en la Catedral de Oviedo y estab espléndida, preparada para que mi querida Carmen le diera el sí quiero a Marcos. Como dije antes, a Carmen la conozco de toda la vida y el cariño de todos estos años es inmenso, pero aunque a Marcos lo conozco desde hace menos tiempo, desde el principio pude ver que era una gran persona, cariñoso, buena persona, alguien con quien siempre contar. Forman una pareja maravillosa y aquel mediodía intenso del 30 de agosto por fin se iban a dar el sí quiero y regalarnos una ceremonia y un día maravilloso, lleno de detalles, de emociones y de cariño. Y aquéllo no había hecho más que empezar, la boda a la que asistiríamos y que se alargaría a lo largo de más de catorce horas desde aquel momento, iba a ser la más intensa a la que personalmente yo haya asistido.




Gracias al tremendo detallazo que tuvieron conmigo una vez más, al tener que leer dentro de la ceremonia, disfruté de una localización excepcional a lo largo de toda la boda, lo que me permitió realizar en total más de 250 fotos, un buen recuerdo de aquellos momentos. Situada dentro del recinto central del altar, justo al lado de donde los novios se darían el sí quiero, pude ver la emoción intensa de Marcos, llorando al ver acercarse a Carmen desde la entrada de la Catedral. Y es que no era para menos, la emoción era intensísima, a mí que siempre digo que las bodas no me dan ni fu ni fa, con la boda de Carmen y Marcos se me cayeron muchas de esas ideas. Yo misma estaba emocionada viendo al propio Marcos e imaginando a Carmen cómo se acercaba por el pasillo de La Catedral.




Espero que algún día ellos mismos completen este blog con las sensaciones que tuvieron en aquellos momentos, porque si como he dicho la ceremonia fue intensa y maravillosa para todos nosotros, para ellos lo tuvo que ser mil vece más.


Carmen se acercaba radiante por el pasillo central de La Catedral, con esa sonrisa radiante de absoluta felicidad, saludando al pasar a todos los invitados, disfrutando de cada segundo de esos instantes tan intensos. Ella era la más risueña, Javier, su padre, iba serio y emocionadísimo llevando a su hija al altar. Y dentro del altar los que nos encontrábamos allí estábamos emocionadísimos, al borde del llanto o en llanto desbordado ya. Un llanto sin pañuelos, porque la horrible tradición de llevar a las bodas bolsos mínimos y además rígidos, donde no caben ni las llaves del coche, cuanto menos los kleenex. Por ello, yo a esa altura ya tenía el rimel en el tobillo lo más cerca, y el pobre Marcos era un río de lágrimas y de emoción. Y es que el momento no era para menos, Carmen radiante, se acercaba a él para sellar su amor en la ceremonia de su boda.



Cuando Carmen llegó por fin al altar y ambos se vieron por primera vez, las lágrimas se convirtieron en sonrisas radiantes. La empatía y la complicidad que existe entre ellos quedó de manifiesto en esta foto y todos esos momentos los pudimos vivir en primera línea, captando toda la emoción y la intensidad que rezumaba cada segundo. Todo el mundo sonreía, todo el mundo disfrutaba de aquellos instantes, todos nos alegrábamos de que nuestros amigos por fin fueran a dar ese gran paso en sus vidas y también que ese paso tan importante lo fueran a compartir con todos nosotros como testigos de su amor y su felicidad.



Los dos estaban guapísimos y radiantes, dispuestos a disfrutar de esa boda maravillosa tan llena de emociones que hicieron posible aquel día de verano, como reflejo de su amor, igual de intenso, real y enorme.



La novia había llegado al altar, tras colarle la maravillosa mantilla que adornaba aún más la espléndida belleza de Carmen los momentos emocionantes se multiplicarían. Iba a comenzar la ceremonia más bonita a la que yo nunca había asistido.



Continuará...

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