lunes, 15 de septiembre de 2008

LA FELICIDAD HECHA PAREJA: CARMEN Y MARCOS

Situados ya delante del altar mayor de la Catedral iba a comenzar la ceremonia propiamente dicha. Entre que la boda tenía como hora de inicio las 13.30 horas y que la novia llegó puntualmente imputual los diez minutos de rigor que marcan la tradición, si a eso le sumamos el paseíllo nupcial de entrada al templo, probablemente ya nos encontrábamos más cerca de las dos que de la una y media.


Frente al altar ya estaban situados los novios y a su lado los padrinos. Carmen y Marcos en el centro, Carmen a la izquierda y Marcos a la derecha; a la izquierda madrina: la madre de Marcos y a la derecha de Marcos el padrino: el padre de Carmen. Completaba el grupo la niña que llevaba las arras y cuyo nombre no conozco. Ya vendrá alguien que complete este blog y con ello algunas de mis lagunas, como por ejemplo ésta. Todos estaban guapísimos y muy emocionados, con la felicidad esculpida en el rostro.

A lo lago de toda la ceremonia las muestras de complicidad y de cariño fueron constantes. Los momentos de intensidad y de emoción se reiteraban sin cesar. No solamente entre los novios, sino también de éstos con los padrinos y con todos los invitados, a lo largo de las lecturas, de las diferentes intervenciones, o simplemente cuando alguno de los moscones como yo misma aparecíamos por cualquier esquina cámara en ristre dispuestos a dejar reflejado en una fotografía inmortal cada uno de esos bellísimos instantes que se vivieron en aquella ceremonia pero que como casi todos los instantes de felicidad resultan efímeros y se nos escapan entre los dedos. Por eso las fotos resultan tan bonitas, recogiendo pequeños gestos o amplias sonrisas como la que Carmen intercambia con la que a partir de entonces se convertiría en su suegra. Los recuerdos los llevamos grabados en la memoria pero el hecho de poder volver a revivirlos al verlos de nuevo en fotos, vídeos, o un pequeño blog de una aprendiz de escritora en el inexplorado mundillo de internet, hace que volvamos a aquellos momentos llenos de cariño y de complicidad que Carmen y Marcos nos regalaron a todos los que con ellos compartimos esta preciosa boda.


Pronto empezaron las lecturas. Entre que yo estaba al otro lado cuando leyeron Chus y Víctor, po lo que la luz no era nada buena y no pude sacar buenas fotos, y que luego las que leímos, entre otras, fuimos nosotras, las amigas de la novia que estábamos en el mismo altar a la izquierda y fuimos saliendo una tras otra a leer: Andrea, Lu, Vane y yo... no me dió tiempo a condensar en imágenes esos momentos. La foto que tengo es una en la que si nos fijamos bien podríamos ver a




Chus al fondo a la derecha, justo detrás de Marcos. Es una pena no haber hecho alguna foto mejor, porque nuestra Chusina iba guapísima y leyó como una princesita, que es precisamente lo que es. Las lecturas, como el resto de la ceremonia, fueron emotivas y cargadas de sentimiento.



No puedo dejar pasar la oportunidad de hablar un ratito de lo guapa que iba Carmen, algo que quedó de manifiesto nada más bajar del coche. Pero yo que tuve la suerte de estar sentada en oblicuo a ella durante toda la ceremonia, pude observar de cerca no sólo su belleza, sino su resplandecencia de felicidad. Si yo he conocido en mi vida una novia más feliz, ésta ha sido sin lugar a dudas Carmen. Ella es feliz, una de esas personas positivas, vitalistas, que siempre disfrutan de cada momento. Carmen era una sonrisa radiante continua, la viva expresión de la felicidad en el día más importante de su vida. Estaba guapísima, radiante, simplemente resplandeciente, y era muy consciente de ello. Era consciente de que ése era su día, el de ella y el de Marcos, el día de su mayor felicidad. Ahí estaban ambos por fin, juntando sus vidas, proclamando su amor y compartiéndolo con todos nosotros. Tal y como son ambos, profundamente generosos, quisieron que todos nosotros estuviéramos allí, que fuéramos testigos de su amor y su felicidad, en una ceremonia y una fiesta posterior llena de detalles y de cariño.

Y mi Carmencita estaba maravillosa, guapísima, simplemente espectacular. Imposible definirla con palabras. Os dejo una foto más de cerca para que apreciéis los detalles de la pequeña peineta y la mantilla que llevaban, dos joyas sin duda, pero que quedaban eclipsadas por la belleza y la frescura de nuestra Carmencita.
Continuará...

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